La danza contemporánea surge como una reacción a las formas clásicas y probablemente como una necesidad de expresarse más libremente con el cuerpo. Busca expresar, a través del bailarín, una idea, un sentimiento, una emoción, contar una historia al igual que el ballet clásico, pero mezclando movimientos corporales propios del siglo XX y XXI.
Su origen se remonta hasta finales del siglo XIX. En los inicios se buscaba una alternativa a la estricta técnica del ballet clásico, empezaron a aparecer bailarines danzando descalzos y realizando saltos menos rígidos que los tradicionales en el escenario. Con el tiempo, fueron apareciendo variaciones en las que la técnica clásica brillaba por su ausencia e incluso se introducían movimientos de otras técnicas corporales. La danza contemporánea puede hablar de un concepto, proponer un ambiente o presentar movimientos con el propósito de conseguir una estética determinada, no siempre tiene que contar una historia. Al mismo tiempo busca la conexión con lo terrenal, con lo humano y sus pasiones, la no estructura y la transgresión.
Se pueden distinguir en los inicios dos escuelas, la americana y la europea. En la escuela americana destacan nombres como las pioneras Isadora Duncan y Loïe Fuller, y sus posteriores seguidores y creadores de nuevas técnicas como Ruth Saint Denis, Martha Graham, Merce Cunningham, José Limón o Alvin Ailey. Por otro lado, entre los representantes de la escuela europea están François Delsarte, Émile Jaques-Dalcroze, Rudolf Laban, Mary Wigman y Pina Bausch, entre otros.